Las Envasadoras de Gas Autorizadas son las que Explotan
por Enmanuel
Cedeño-Brea
Las recientes y desafortunadas explosiones de
tres envasadoras de gas propano han tenido consecuencias en el ámbito de la
formulación de políticas públicas. Más que nada, evocan la necesidad de
reflexionar en torno a principios fundamentales de la regulación económica.
El Ministerio de Industria y Comercio (MIC) suspendió
temporalmente el otorgamiento de nuevos permisos de envasadoras de gas hasta
tanto “revisen la normativa” (ver 'MIC Suspende Permisos
Envasadoras'). A
mi parecer, esto es una respuesta curiosa. Por un lado, se busca enviar el
mensaje de que se está “tomando cartas en el asunto”. Pero las envasadoras de
gas proyectadas no explosionan. Las envasadoras existentes son las que explotan.
Como analogía para entender mi crítica a
estas medidas, tomemos el caso de los accidentes de tránsito. República
Dominicana cuenta con una de las tasas de muerte por accidentes más alta del
mundo (ver 'RD registra tasa más alta en
muertes de accidentes de tránsito' y también: 'RD ocupó segundo lugar mundial
en muertes de accidentes de tránsito'). Ciertamente, para reducir el número de
accidentes de tránsito, una solución efectiva no sería prohibir la emisión de
nuevas licencias de conducir. Con esto no se resuelve el problema de los
accidentes que ocurren con los conductores existentes.
Lo que es más, la suspensión de nuevos
permisos constituye una medida anticompetitiva. Esto porque únicamente favorece
a los propietarios de envasadoras de gas ya autorizadas al aumentar el valor económico
de sus permisos. También crea barreras de entradas para nuevos competidores en
ese mercado, en beneficio de los que ya disfrutan de su envasadora abierta. Por
tanto, no sorprende la noticia de que las envasadoras apoyan la medida del MIC
(ver 'Envasadoras apoyan la
resolución del MIC').
¡El MIC está sofocando la competencia con esta medida y atrincherando a las
envasadoras autorizadas!
Si PROCOMPETENCIA estuviera funcionando regularmente,
estoy seguro de que su Director Ejecutivo tendría algo que decir sobre estas
medidas del MIC.
Por tanto, las medidas del MIC no solucionan
el problema de las externalidades negativas que existen en el mercado (envasadoras
que explotan), sino que producen nuevas consecuencias negativas en detrimento
de la competencia y del bienestar de los consumidores. Esto es un ejemplo para
las aulas universitarias sobre regulaciones que no tienen efecto alguno, hacen
más daño que bien – o peor, que tienen consecuencias indeseadas sobre un
mercado. En otras palabras es un ejemplo de cómo no se debe regular una
actividad económica.
La reacción social de preocupación ante el
caso de las envasadoras de gas es común en el ámbito de la regulación de
actividades riesgosas. La reacción del MIC también. Se pretende arreglar las
puertas de la cárcel, luego de que los prisioneros han escapado. Todo esto
ignorando además que los accidentes ocurren – y podrán ocurrir, sencillamente
por un tema de riesgo y probabilidades. Esto lo digo objetivamente, sin
intenciones cínicas ni con ánimo de pasar por insensible.
No existen regímenes de “cero fracaso” ni en
el sector financiero, ni tampoco en sectores que conllevan actividades riesgosas.
Esto significa que accidentes – como las explosiones – pueden ocurrir. Ahora,
si las probabilidades de explosión aumentaron por un descuido de los trabajadores
de las envasadoras, por un mecanismo defectuoso o por falta de supervisión
adecuada, entonces esta es otra historia. Para estos casos están los
tribunales, las pólizas de seguros, los despidos, los decretos de destitución y
las urnas.
Se puede asociar este tipo de respuestas
regulatorias a un fenómeno contemporáneo, señalado por Eduardo Jorge Prats y
otros juristas, bajo el nombre de “populismo penal”. En el ámbito de la
regulación el mismo concepto aplicaría: reguladores y supervisores que
reaccionan ante hechos con regulaciones – carentes de razonamiento económico –
y sólo enarboladas para responder al clamor popular o para enviar una señal de
que “se está haciendo algo al respecto”. Cuando lo que debió hacerse, fue
supervisar mejor las envasadoras existentes o ejercer los poderes de
fiscalización durante el proceso de la autorización previa. Lo segundo mejor,
revisar todas las envasadoras de gas luego de que explosionara la primera. No suspender
las nuevas licencia cuando ya han explotado tres envasadoras.
Por tanto, en este caso uno se vería
inclinado a concluir que se podría tratar de una medida anticompetitiva
producto de una especie de “populismo regulatorio”.
Desde la perspectiva económica neoclásica la
regulación se justifica ante la existencia de fallos del mercado. Estos son
principalmente cuatro escenarios: externalidades, bienes públicos (problemas de
coordinación), competencia (monopolios) y problemas de asimetría de información.
En el caso de las envasadoras, estamos ante la presencia de posibles
externalidades negativas – es decir, que cuando estas explotan afectan a terceros.
Regular cualquier actividad económica
conlleva cierta responsabilidad. He escuchado a muchos analistas opinando sobre
la necesidad de regular – desde los abogados, el agua, los notarios, a los
locutores, hasta la cantidad de hombres que pueden montarse en una motocicleta.
Toda intervención debe ser cautelosa porque implica necesariamente
consecuencias (deseadas e indeseadas).
Por tanto hay que analizar cómo internalizar
los costos sociales que impone la explosión de estas envasadoras y enfocarse en
reducir la probabilidad de que ocurran accidentes en el futuro. Esto se logra
con supervisión, no necesariamente con más reglas. No creo que la solución esté
regulando por deporte – y mucho menos suspendiendo las envasadoras nuevas,
cuando es evidente que las existentes pueden seguir explotando mientras el MIC
revisa la normativa.
No sé Enmanuel, me da la impresión de que en este caso estás obligando a la realidad a adaptarse al razonamiento, y no al revés.
ResponderBorrarComo bien dices, no hay actividad económica sin externalidades. Y es precisamente por eso que tiene sentido la suspensión de los permisos.
Aunque no es la única solución, suspender los permisos es parte de ella porque el problema que causa la medida tiene al menos dos dimensiones: a) la propensión a que ocurran estos accidentes; y ) el daño que causan a terceros.
Sobre el primero, la solución pasa por muchos caminos, precisamente porque el problema es muy complejo. Una envasadora de gas es un negocio que requiere de una alta inversión inicial, y vende u producto cuyo precio es fijo. Así las cosas, su margen de ganancia depende del volumen de ventas, y de los atajos que puedan tomar los vendedores. Entre esos atajos está la seguridad.
Entonces, mientras más envasadoras haya, más será la presión para no invertir en seguridad, más será la gente haciéndolo, más difícil será para el Estado supervisar adecuadamente, y más serán los terceros expuestos al peligro.
No es la única medida que puede tomarse, pero es perfectamente razonable.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
BorrarGracias por tu comentario, Nassef. Como argumento en la entrada, me parece que la medida no ataca el problema y es contraproducente.
BorrarSi efectivamente la competencia se basa en "tomar atajos" con la seguridad – generando una espiral hacia el fondo ('race to the bottom'), los entes reguladores deben cerrar las envasadoras que incumplan. Pero creo que la medida sólo favorece la posición de las 'incumbentes' y refleja cierto desconocimiento de la normativa por parte de las autoridades.